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Cardos

Miguel personalmente escogía cada una de las flores que pintaba.

Buscaba los mercados de flores de la ciudad o las tiendas de variedades exóticas del Barrio Chino. A las 4 de la mañana se levantaba para ser el primero en elegir y llevarse al estudio las flores, cuidadosamente envueltas en periódico; musas para su siguiente cuadro.

Cuando alguna flor se marchitaba antes de que la hubiera terminado de pintar, iba en búsqueda de un espécimen similar que cuidadosamente reemplazaba en su composición. Miguel nunca usó referencias fotográficas en su obra. Nunca tomó un atajo. Los únicos dos ingredientes de su obra fueron la luz y la vida.

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